martes, 30 de noviembre de 2010

primavera ven y cúrame este invierno.

Hoy ha sido la primera noche.
Antes de salir del portal he tanteado con mis dedos descubiertos por el tacón si la noche estaba lo bastante fría como para salir, y aflojándome un poco el nudo de la bufanda he empezado a bajar la Castellana, jugando a mantener el equilibrio sobre diez centímetros de tacón de aguja. Me ardían las llemas de los dedos cuando he prendido el tercer cigarrillo de esta madrugada, cigarrillo que me ha dejado en los labios sabor a gélido Diciembre. Con la quinta calada se me ha escapado la primera media sonrisa: ya no recordaba lo bien y sucio que sabe el cóctel de humo y frío en los pulmones.

Era junio por la tarde y seguía lloviendo.

Tal vez fuera la amargura que destilaban sus pupilas, tan negras y tenues como el agujero que había quedado abierto en su pecho. Desde que él ya no estaba, más que aliento, le faltaban las fuerzas para hacer su cuerpo funcionar. Cuerpo. Mente. Corazón. Todo le trastabilleaba y acababa de bruces en el suelo cada vez que intentaba ponerlo en orden.